Leer poesía es sumergirse en un
intramundo, un universo interior particular que nos evade de la realidad
cotidiana. Y leer a los poetas del siglo XX, los “cuasi” contemporáneos, nos
acerca más a nuestras inquietudes, a las diatribas más profundas de nuestras meditaciones.
Escrutando sus poemarios nos abstraemos hacia el intimismo a través de un
ensamblaje entre verso y música, entre cadencia y sentimiento.
La “Antología” comienza su
trayectoria en el Modernismo, con la figura del nicaragüense Rubén Darío,
pasando por las Vanguardias, sobre todo el Surrealismo, las Generaciones
del 27 y del 36, las décadas del 40, 50 y 60 y los Novísimos, una
miscelánea verdaderamente fructífera y diversa.
Las disquisiciones
existencialistas (Rubén Darío: “no hay
dolor más grande que el dolor de ser vivo”, poema 7;Vicente Aleixandre, p.97; Blas
de Otero, p.166; Gil de Biedma, p. 207), Castilla (Manuel Machado,p.10; Unamuno,
p.17; Gerardo Diego, p.68), la añoranza y la nostalgia del paso del tiempo empañados
por el desaliento (Antonio Machado, p.25; Pedro Salinas, p.58; Cernuda, p. 107,
José María Valverde, p.147; Ángel González, p.187; Gil de Biedma,p. 201;
Francisco Brines, p. 223), el afán de la sabiduría (Juan Ramón Jiménez: ¡Intelijencia,
dame / el nombre exacto de las cosas”,p.48), las descripciones y evoluciones de
la naturaleza-tierra (Antonio Machado, p. 30; Julio Llamazares, p. 254), la
muerte (Luis Cernuda, p. 100; Miguel Hernández, p. 129), el engaño de la vida
(León Felipe, p. 119) el amor (Luis Antonio de Villena, p. 251, Felipe Benítez,
p. 262), la protesta (Gabriel Celaya, p.163), el anhelo de otros mundos (Juan
Gil-Albert, p. 121), el mar (Pedro Gimferrer, p. 238), la guerra (Blas de
Otero, p.172, Martínez Mesanza, p. 260)o la alegría de vivir (Jorge Guillén, p.
62; Vicente Aleixandre, p. 96;José Hierro, p.184, Goytisolo, p. 194), son todas
cuestiones que alcanzan el trasfondo del alma. Es una temática que, con la
rima, emociona, que hace reflexionar irremisiblemente mediante la elegancia del
verso y la utilización, a su vez, de un lenguaje críptico repleto de
innumerables giros y simbologías, desordenado en ocasiones, como el ánimo del propio autor,
complejo siempre, logrando sutilmente implicarnos.
Araceli
de la Torre.
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