Los misterios de una familia envuelven el relato de Ana, una
muchacha de 15 años, que llega un verano al pueblo de Villalba (Valladolid)
para pasar unos días. A través de su abuela, de su tía Joaquina y de Fernanda,
la criada, y luego de Daniela, la maestra, irá descendiendo al abismo de los
más oscuros secretos que antaño precipitaron los acontecimientos relacionados
con sus padres, ya ausentes.
La protagonista (aunque en realidad el eje del libro es Sara) refiere
en primera persona sus vivencias en la villa: desde las escenas costumbristas
que describen las labores, pasando por visiones oníricas que se entremezclan
con la realidad, hasta la plasmación de recuerdos que retornan. En toda esta amalgama
de sucesos y contradicciones con la opinión de cada personaje, Ana va
componiendo un puzle que se resolverá con una carta guardada por su madre. Y,
mientras, innumerables preguntas y pensamientos afloran a su instinto
adolescente.
Vemos cómo se trata el tema de la naturaleza hasta en sus más
pequeños detalles, el tema de la muerte, el de la nada, el del existencialismo
con el por qué y para qué del devenir en nuestro tránsito por el mundo, que
carece de significado y lleva a los personajes a situaciones extremas por su
inadaptación social (como en las novelas de Dostoyevski) ya que buscan su
propia identidad y un sentido a la vida, obrando de un modo pasional y sin
limitaciones: “Vivimos tratando de comprender quiénes somos, por qué hemos
nacido y por qué tenemos que morir, si la vida tiene sentido…” . Es muy visible
el problema de las diferencias sociales, y las disquisiciones sobre el amor, la
amistad, la hipocresía, las relaciones de pareja o el mundo infantil: “Nunca
contamos con la falta de corazón y el egoísmo de los niños”. Muy de soslayo, se
nos deja entrever la enfermedad del alzhéimer, mientras que el terror de la
Guerra Civil y su posterior influencia en la sociedad subyacerán siempre
latentes a lo largo de toda la historia.
Martín Garzo utiliza un lenguaje directo, preciso y claro, sin
ambages ni retóricas, que lo hacen comprensible para todo tipo de lectores, muy
sencillo y cercano al hablado, metiéndose en la piel de la muchacha que lo
narra. Encontramos hermosas descripciones naturalistas: “Estábamos en el vuelo
del aguilucho lagunero, en el fulgor de la oropéndola, en las bellotas y en los
botones dorados de la manzanilla”; “La araña se desplazaba por los hilos con
sus patitas delgadas, al acecho de sus presas, y era como si también Sara fuera
segregando un hilo así”. El conjunto, en general, recuerda las ambientaciones
románticas del siglo XIX sugeridas en atmósferas nocturnas, pobladas de
fantasmas, bosques, apariciones sobrenaturales y personajes surrealistas de
gran complejidad.
El autor introduce cortes drásticos en cada capítulo y a su vez,
la novela se divide en tres partes bien separadas, debido a sus diferentes narradores: la exposición de
Ana, la carta de su madre y el epílogo. El propio Martín Garzo indica que es una
“novela construida sobre voces”.
Gustavo Martín Garzo nace en Valladolid en 1948. Es licenciado
en Filosofía y Letras con especialidad en Psicología. Ha fundado las revistas
literarias Un ángel más y El signo del gorrión. Su actividad
literaria es muy prolífica y ha obtenido innumerables premios:
. Emilio Hurtado de Relatos, en 1991 con El amigo de las mujeres.
· Miguel Delibes en 1993, con Marea oculta.
· Nacional de Narrativa, en 1994 con El lenguaje de las fuentes.
· Nadal, en 1999, con Las
historias de Marta y Fernando.
· Finalista del Premio Nacional de Literatura Infantil y
Juvenil, 2000, con Una miga de pan.
· Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 2003, con Tres cuentos de hadas.
· Premio Mandarache de Jóvenes Lectores de Cartagena, 2008, con Mi querida Eva.
· Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, 2010, con Tan cerca del aire.
· Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León, 2012,
con Y que se duerma el mar.
· Premio de la Crítica de Castilla y León, 2016, con Donde no estás.
Araceli de la Torre